220.
El helicóptero trazó una línea en el cielo. Las tres nos quedamos muy quietas, observando.
Entonces, cuando menos lo pensamos, dos enormes misiles salieron disparados hacia el ejército de Mordor. Cuando explotaron sobre ellos, una enorme y espesa capa de humo rojo los inundó.
—Es el suero inhibidor, ¿verdad? —dijo Lilith en mi mente.
Asentí. Ese era el plan de Sirius. Era un excelente plan. Muy bueno, de hecho.
Podría salvarle la vida a casi toda la manada.
Pero yo no estaba muy segura de qué podríamos hacer contra las criaturas. Mordor, antes de morir, había dejado su orden bien clara. Y aunque él ya no estuviera para controlarlos, en sus mentes la orden ya estaba impresa, explícita: atacar a los aquelarres y a las manadas que formaban el ejército de la Cofradía.
Nos quedamos ahí, observando lo que sucedía, escuchando los gritos de los vampiros atrapados en el humo mientras desaparecían sus poderes.
Pero estarían bien. A pesar de todo, sobrevivirían.
Y nos quedamos ahí, paralizadas,