Aníbal detuvo el beso, sus labios aun rozando los de ella, y buscó su mirada con una urgencia que quemaba.
"Mia... Quédate Conmigo...
Ella se estremeció, sus ojos se humedecieron al instante, como si esas palabras abrieran un abismo de dudas en su corazón.
—Aníbal, yo… —su voz tembló— ¿y si me dejas? ¿Y si un día te aburres de mí?
Él acercó su boca a la de ella, rozándola apenas con un suspiro, como si necesitara tatuar cada sílaba en su piel.
—No —murmuró, casi en un siseo desesperado—. No hay nadie más. Nunca lo habrá. No existe forma de que yo me aburra de ti… no amándote como te amo. Mia, por favor. He jurado tantas veces que nunca rogaría por amor… y, sin embargo, las mismas veces vuelvo a ti. Esto no es obsesión, no es un capricho. Es lo único real en mi vida.
Ella cerró los ojos, intentando resistirse al torrente de emociones que lo envolvían.
Él la observó como si cada palabra de ella le atravesara el alma. Su voz se quebró cuando respondió:
—Y ¿sabes cuál era mi único deseo e