Alessandro sostuvo a Karem entre sus brazos mientras ella lloraba, angustiada y nerviosa.—Debo regresar hoy mismo a Madrid —dijo con voz temblorosa y agitada.—Deberías esperar hasta mañana —sugirió él.—No, no puedo —respondió, secando su rostro con determinación—. Mi madre me necesita. Tengo que regresar y estar con ella.—Te entiendo, pero debes calmarte. —Alessandro la sujetó de ambos brazos y la miró a los ojos—. Voy a ayudarte. Tengo un amigo que tiene una agencia aérea; voy a llamarlo y pagaré tus gastos, ¿vale?—¿Harías eso por mí? —preguntó ella, con los ojos aún húmedos.—¿Por qué lo dudas, Karem? Nunca te he fallado, ¿o sí?Karem negó con la cabeza, recordando todo lo que él había hecho por ella desde que lo conoció en el bar.—Gracias, gracias —se refugió en sus brazos.Minutos más tarde, cuando ella estuvo más calmada, Alessandro salió de la habitación dispuesto a ayudarla. Aún sentía amor por ella.Karem se levantó de la cama. Tenía que contarle a Liliana lo q
—¿Tú? —preguntó con asombro.—Sí, yo. —respondió elevando sus hombros.— Necesito que me ayudes con alguna idea para el baile. —Pero es que mi vuelo sale en una hora. —No sé, envíame un vídeo cuando llegues a Madrid o no sé si tienes algún tutorial sencillo con el que puedas ayudarme. Te necesito, Ka.—Es algo peligroso, Lili. No deberías arriesgarte de esa manera. No sabes lo difícil que es ser expuesta y que alguien quiera comprarte. Además… Enrico Castello es un ser despreciable y perverso. —No puedo hacer nada, Ka. Ya escuchaste a Estefano, o recuperamos la mercancía o nos eliminan. —suspiró con pesar.— No pienso esperar sentada a qué eso pase. Karem abrazó a su amiga con fuerza. La Liliana sensible y temerosa que conoció tiempo atrás había desaparecido. ¿O quizás esta otra Liliana habitaba dentro y sólo estaba dormida? Tal vez Enzo sabía perfectamente lo que hacía. La nueva Liliana comenzaba a despertar…—¿Quieres que te acompañe al aeropuerto? —preguntó finalmente.
Luego de que el auto se perdiera en la distancia, Liliana caminó hasta la cómoda, apoyó sus manos sobre la superficie plana y mirándose al espejo, se confrontó a sí misma:—Deja ya de pensar en Alessandro Fiorini. —dijo apretando con fuerza sus dientes.— Él es tu cuñado. —enfatizó con determinación. Se acercó hasta su cama y se dejó caer sobre el colchón como si su cuerpo ya no pudiera sostener tanto peso. Su mente no dejaba de darle vueltas al asunto mientras las advertencias de su amiga retumbaban en su cabeza con insistencia:“Es algo peligroso…” “Enrico Castello es un ser despreciable y perverso…”Liliana se mordió el labio inferior, dudando de si había tomado la decisión correcta o si aún podía echarse para atrás. Tomó su móvil y marcó el número de su abogado. Aguardó por un sexto repique y no obtuvo respuesta. ¿Dónde podría estar? Se preguntó. Suspiró con frustración, decidió enviarle un audio corto pero directo, informándole de los “pequeños” cambios en el plan origina
Esa mañana Liliana despertó muy temprano, se sentó en la cama, estiró los brazos, suspiró profundamente y una sonrisa se dibujó en su rostro. ¡Sí! Estaba emocionada y ansiosa por la celebración de su quinto aniversario. ¿Qué sorpresa le tendría preparada Enzo para esa ocasión? Desde una lujosa luna de miel en Santorini, un hermoso collar de diamantes valorado en 1 millón de dólares en su primer aniversario hasta un fabuloso crucero por el Caribe en sus bodas de Cuero; el famoso empresario siempre lograba sorprenderla con los más inesperados obsequios. Liliana, apartó a un lado el edredón de seda, se colocó las pantuflas, se levantó y fue hasta el baño para asearse. Tenía aún, algunas cosas pendientes por hacer: debía asistir a su cita en el SPA, luego al atelier de belleza y finalmente ir al aeropuerto por su marido en su coche, un Bugatti Chiron blanco 2024 que le obsequio en su cuarto aniversario. Podría decirse que a sus veinticuatro años, ella lo tenía todo, un marido co
El coche se detuvo frente a la lujosa mansión, Liliana bajó algo triste. Aquella pequeña discrepancia con su mejor amiga la dejó preocupada y ansiosa. Entró a la mansión con prisa, aún debía terminar de arreglarse para ir al aeropuerto y buscar a Enzo. En el momento que se disponía a subir las escaleras, la voz de su empleada de confianza, la detuvo. —Sra Liliana, le llegó este sobre. —dijo y se acercó hasta su patrona. —¿Para mí? —preguntó Liliana con curiosidad. La empleada hizo un movimiento firme de cabeza— Déjalo en mi habitación, Celeste, lo revisaré luego de ducharme. Estoy un poco retrasada. Enzo ya debe estar llegando al aeropuerto y quedé de ir por él. —Como usted ordene, señora. —contestó la mujer; Liliana subió el primer escalón y por segunda vez la empleada la distrajo— Disculpe señora, ¿desea que le informe al chofer para que la lleve hasta el aeropuerto? —No, no es necesario Celeste. Iré en mi coche. —Sonrió con picardía.— No sé qué planes tenga mi esposo. De t
Trastornada ante aquella idea, Liliana giró la llave y encendió su coche. Su presencia en aquel lugar, no tenía el más mínimo sentido. Dejó la cartera en el asiento de al lado y fue entonces cuando recordó el sobre. Un escalofrío recorrió su espalda haciéndola estremecer, deslizó su mano temblorosa y lo tomó. ¿Habría alguna respuesta a sus dudas dentro de aquel sobre? Se preguntó a sí mima ¿Y si eran fotos de él con su amiga? —¡Mierda, mierda! —exclamó con frustración. Estaba perdiendo la cordura, su mente la llevaba de un extremo a otro. Por un lado, quería pensar que eran sólo ideas que provenían de sus celos, pero por otro lado, necesitaba descubrir la verdad. Con los dedos temblorosas, Liliana sostuvo el sobre entre sus manos. La solapa sellada del sobre, parecía una barrera resguardando el secreto contenido en su interior. Liliana respiró profundamente, llenando sus pulmones de aire, y luego, con un movimiento deliberado, introdujo su dedo índice bajo la solapa del sobre,
—Aguarde por favor, aguarde. —Los gritos de Liliana fueron en vano, el hombre caminó de prisa sin volver la vista atrás hasta que finalmente desapareció de su vista. La brisa fría de la noche hizo estremecer a la pelinegra. Se abrazó a sí misma sintiendo como su cuerpo reaccionaba ante el miedo y la incertidumbre que la abrumaban en ese instante. Miró a todos lados sin saber qué hacer, a lo lejos vio la parada de taxis. Cuando se disponía a caminar, observó una lujosa camioneta negra con vidrios oscuros que se acercaba en dirección a ella. Una de las puertas delantera del auto se abrió y de forma abrupta, el hombre vestido de saco y corbata negra, descendió del lujoso auto. Sus facciones eran duras y su mirada, fría. —¿Es usted Liliana Fiorini? —preguntó, sujetándola del brazo con rudeza. Liliana abrió los ojos tan grandes que estaban a punto de salirse de su órbita. Con voz trémula, alcanzó a preguntar: —¿Q-quién es usted? —Entre de una vez. —Le respondió el hombre y la o
Liliana tragó en seco, su cuerpo comenzó a temblar de forma involuntaria, sus piernas se movían de tal forma que no alcanzaba a dar un solo paso, al igual que sus manos trémulas se movían sin poder controlarlas. El dolor físico que minutos atrás había experimentado tras la fuerte bofetada, había desaparecido momentáneamente siendo sustituido por un intenso dolor emocional que recorría vertiginosamente cada parte de su ser. Con dificultad, Liliana alcanzó a apoyarse en el espaldar de la silla, no podía hablar ni gritar, sólo podía sentir como sus lágrimas se desbordaban y recorrían sus mejillas. Una vez que logró sentarse, cubrió su rostro con ambas manos y dejó escapar un grito de dolor que emergía de sus entrañas desgarrándola por dentro y resonando en la habitación. Elena, en cambio, se apoyó en la base pulida de su escritorio y contuvo las lágrimas, la vida le había enseñado a ser fuerte, a no mostrar su vulnerabilidad frente a otros, no en vano era la cabeza principal de la