Alessandro sostuvo a Karem entre sus brazos mientras ella lloraba, angustiada y nerviosa.
—Debo regresar hoy mismo a Madrid —dijo con voz temblorosa y agitada.
—Deberías esperar hasta mañana —sugirió él.
—No, no puedo —respondió, secando su rostro con determinación—. Mi madre me necesita. Tengo que regresar y estar con ella.
—Te entiendo, pero debes calmarte. —Alessandro la sujetó de ambos brazos y la miró a los ojos—. Voy a ayudarte. Tengo un amigo que tiene una agencia aérea; voy a llamarlo y pagaré tus gastos, ¿vale?
—¿Harías eso por mí? —preguntó ella, con los ojos aún húmedos.
—¿Por qué lo dudas, Karem? Nunca te he fallado, ¿o sí?
Karem negó con la cabeza, recordando todo lo que él había hecho por ella desde que lo conoció en el bar.
—Gracias, gracias —se refugió en sus brazos.
Minutos más tarde, cuando ella estuvo más calmada, Alessandro salió de la habitación dispuesto a ayudarla. Aún sentía amor por ella.
Karem se levantó de la cama. Tenía que contarle a Liliana lo q