—Cuñadita, que elegante estás —Alessandro dijo en un tono burlón llamando la atención de Liliana. Ella soltó suavemente el picaporte de la puerta y con lentitud, mostrando una actitud segura y su elegancia, se giró hacia él. —Hola, cuñado. —Lo miró de pie a cabeza a él y luego dirigió sus ojos hacia su acompañante, una chica muy hermosa y de cabello negro lacio.— Un placer —extendió su mano con delicadeza.— Bienvenida a la larga lista de amantes de mi querido cuñado. —dijo en un tono provocador. La chica aplanó los labios con una sonrisa fingida, al igual que Liliana, ella también quedó impactada con la belleza que irradiaba aquella mujer. —No le hagas caso, amore mio. Liliana es muy bromista, sabes que eres la única —dijo mirando a la pelinegra con una mirada intensa. Luego en un acto impulsivo besó con pasión a la chica que tenía en brazos, metió su lengua con avidez mientras permanecía con los ojos abiertos, observando a su cuñada. Aquel gesto, dejó a Liliana visibleme
—¡Esta me la pagas, maldita perra! —gruñó apretando sus puños y su mandíbula con fuerza. Aterrada ante la reacción de su cuñado, Liliana tomó una almohada usándola como su escudo protector. Sin embargo y contradiciendo cualquier expectativa de la pelinegra, Alessandro salió de la habitación azotando la puerta sintiendo como la ira bombeaba dentro de sus venas. Liliana se mantuvo en silencio, llena de asombro y ligeramente confundida. Esperaba que la atacara. ¿Por qué no lo hizo? Se preguntó. La puerta sonó en ese momento, Liliana se incorporó rápidamente cubriéndose con la sábana. —Adelante —contestó con voz trémula. El guardaespaldas abrió la puerta y se paró delante de ella, al verla semi desnuda, Franco apartó la vista de encima de su jefa.—Disculpe, sólo quería informarle que ya confirmé su asistencia a la celebración. —Gracias, Franco. Puede retirarse. —Con permiso señora —Se dirigió hasta la puerta, pero luego se detuvo girándose lentamente hacia ella.— Olvidé deci
Alessandro abrió la puerta en un gesto de caballerosidad. Afuera, parado frente al lujoso Mercedes Maybach-Pullman con doble asiento para cuatro personas, un elegante hombre esperaba por la pareja. —Buenas noches, Sra Liliana —dijo el hombre de avanzada edad, alguien a quien ella reconoció de inmediato. —Buenas noches —contestó ligeramente aturdida. Era el taxista del aeropuerto, el mismo que huyó cuando habló de los Fiorini. ¿Qué rayos estaba haciendo allí? —Adelante Sr Fiorini —dijo el hombre y Alessandro tomó asiento. —Gracias Gino —respondió con firmeza. El conductor subió al auto dejando en absoluta privacidad a la pareja. —¿También es guardaespaldas? —preguntó ella. —No, es mi chofer particular —anunció él. Mentalmente, ella armó la historia. Ambos viajaron en el mismo avión, luego él desapareció. El chofer del taxi le facilitó todo y luego desapareció. Debió ir por su jefe. Todo aquello parecía extraído de un filme de terror y mafia. Durante el trayecto, Ales
La imponente presencia de la pareja al entrar al salón robó la atención de todos los presentes. Las miradas se volvían hacia ellos, curiosas y fascinadas, especialmente al ver a la hermosa mujer vestida de rojo, cuyas curvas quedaban realzadas por el drapeado de su vestido. Los murmullos y comentarios comenzaron a surgir de todos lados, algunos de admiración y otros de especulación sobre la relación entre la viuda y su cuñado. Rápidamente, dos guardaespaldas se acercaron a la pareja. Alessandro, manteniendo una postura firme, hizo a un lado a su cuñada y levantó las manos, sabía que era una práctica habitual en ese entorno. Además tenía que someterse a los requerimientos de Nikollò, ya que éste se encontraba en su territorio. Con un gesto que denotaba absoluta tranquilidad, esperó que ambos hombres lo revisaran y descartaran que estuviese armado. Mientras tanto, uno de los escoltas de seguridad, un hombre robusto con ojos de halcón, se comunicó por radio con otro guardaespaldas qu
—¡Sade! —murmuró en voz baja, mientras la sensual morena con parte de su rostro oculto detrás del antifaz, caminaba hacia el centro del escenario y era recibida por el aplauso de los invitados a la zona VIP. Sade comenzó a bailar al ritmo de la música, sus movimientos sensuales y fluidos capturaron de forma instantánea la atención de los invitados. La precisión en cada paso ejecutado demostraban su confianza, destreza y sobre todo la experiencia que poseía en el arte de bailar. Se dirigió hacia la silla ubicada a un costado izquierdo del escenario, mientras las luces la seguían e iluminaban cada uno de sus estilizados movimientos. La luz suave del escenario, acentuaba estratégicamente cada gesto, cada curva de sus amplias caderas y torneados muslos. Con un suave deslizamiento, se acercó a la silla, girando alrededor de ella con gracia. Sus caderas se movían al compás de la sensual música, y su mirada cautivadora se entrelazaba con la de los invitados, en especial con la de Aless
Alessandro la soltó apenas, como temiendo hacerle daño, pero su mano, temblorosa, se deslizó hacia su rostro. Sus dedos acariciaron su mejilla con una ternura que contrastaba brutalmente con la fuerza de antes.—No sabes… lo que me haces sentir —murmuró, rozando sus labios apenas contra los de ella, sin llegar a besarla.No hizo falta decir nada, con un leve movimiento, Liliana acortó la poca distancia que había entre ellos. Alzó la mirada hacia él, encontrando un brillo especial en sus ojos; eso la desarmó por completo. Lentamente ella cerró los ojos, dejándose arrastrar por una marejada de deseo que la envolvía. El primer roce de sus labios fue una explosión silenciosa, un choque de emociones contenidas durante ese corto tiempo, aún así era intensa y difícil de continuar evadiendo. Alessandro la besó con hambre, con desesperación, como si al hacerlo pudiera asegurarse de que realmente estaba allí y que no la había perdido. Sus manos, antes firmes, ahora la rodeaban con una ter
La iluminación de la habitación era todavía más tenue que la anterior. Sobre las paredes colgaban retratos de distintos juegos de hacer, lujosos casinos y naipes antiguos, como ídolos de un culto clandestino. Las gruesas alfombras amortiguaban los pasos, y cada mueble parecía elegido con precisión para dar la sensación de “confort” a los jugadores. Liliana atravesó la sala hasta detenerse frente a poltrona de madera y cuero situada al lado izquierdo del sillón que Nikollò tomó para sentarse. Alessandro cruzó la nueva sala con seguridad en cada paso que daba. Las miradas que lo seguían no parecían perturbarlo en lo más mínimo. Se sentó frente a Nikollò con lentitud. Liliana tragó saliva. Por un instante, deseó que Alessandro desistiera de aquel juego. Mas, él no la miró; su atención estaba enfocada únicamente en su adversario.El dealer, barajó con profesionalismo el mazo de cartas personalizadas. Dos cartas ocultas fueron repartidas para cada uno. Las apuestas obligatorias fuer
Alessandro permaneció en silencio mientras Nikollò, con su habitual sonrisa esperaba la respuesta de su rival, una respuesta que era crucial para los tres: Nikollò recuperaría su dinero y humillaría a Alessandro follando con su protegida esa noche. Alessandro, podría ayudar a Sade para que regresará a Madrid y le daría parte del dinero que ganó esa noche para que dejara de trabajar como bailarina nocturna, además de arrebatársela de las manos de su rival. En el caso de Sade, no sólo obtendría el dinero para la operación de su madre sino que recuperaría su libertad sin tener que entregarse a aquel hombre aborrecible. Todos ganaban algo, incluso Liliana que debía cruzar los dedos para que Alessandro perdiera y no estuviese con la hermosa morena que en fracción de segundos se había convertido en la mujer trofeo.Aquella idea de ver a Sade como a un trofeo, repugnó a Alessandro. Sin embargo, había algo en los ojos de Sade, una especie de súplica, que le hizo comprender que esa era la ú