*CAPITULO 13: BAJO TIERRA*
El eco de sus pasos retumbaba en los pasillos subterráneos. Las linternas apenas iluminaban unos metros adelante, revelando rieles oxidados, paredes agrietadas y antiguos grafitis desvanecidos por el tiempo.
—Esto parece una tumba —murmuró Zarella, con los ojos escaneando cada rincón, alerta.
—Mejor una tumba vacía que una llena —respondió Santi, ajustando a Indira entre sus brazos mientras apuntaba la linterna a una bifurcación—. Por aquí.
La niña dormía, agotada. Su respiración pausada era un raro alivio entre el ruido de la ciudad que parecía latir incluso bajo tierra.
Caminaron en fila, apretados por el frío y el silencio. A cada tanto, un sonido lejano —goteo, un crujido, algo arrastrándose— los hacía tensarse. Los túneles no eran solo una vía de escape. También eran un laberinto, uno del que no todos salían.
Sarah revisaba cada rincón. La estación abandonada estaba cerca, pero podía sentirlo: los Mendoza no se darían por vencidos tan fácil.