Capítulo 26— La batalla.
El bosque estaba en silencio, roto apenas por el viento que agitaba las copas de los árboles. La loba rojiza avanzaba como un rayo, sus patas rozando la tierra húmeda mientras el instinto la guiaba directo a la cueva. El olor de los pequeños era inconfundible, pero también lo era el hedor rancio de dos intrusos que merodeaban demasiado cerca.
Emili no dudó. Se lanzó contra el primero con la fuerza de una tormenta. Su cuerpo rojizo, compacto y ágil, lo derribó contra la tierra antes de que pudiera reaccionar. El lobo enemigo gruñó, pero un zarpazo certero en el cuello lo dejó retorciéndose y pronto se apagó su respiración.
El segundo intentó abalanzarse sobre ella, pero Emili rodó en el suelo, sus colmillos atrapando la pata trasera del adversario. El crujido del hueso roto retumbó en la cueva, y el aullido de dolor fue tan alto que hizo temblar a los niños escondidos en el fondo. El lobo intentó escapar, pero ella lo remató con una embestida brutal que lo dejó inerte.
Con el hocico ma