La luna menguante apenas iluminaba la habitación cuando Valeria abrió los ojos en medio de la noche. A su lado, Kael dormía profundamente, su respiración rítmica y tranquila contrastando con la tormenta que se agitaba en el interior de ella. Con cuidado, deslizó su cuerpo fuera de las sábanas, conteniendo la respiración cada vez que el colchón crujía bajo su peso.
Una vez de pie, contempló por un momento el rostro sereno de Kael. Las líneas de preocupación que surcaban su frente durante el día habían desaparecido en el sueño, devolviéndole una juventud que las responsabilidades le arrebataban a diario. Valeria sintió una punzada en el pecho. Lo que estaba a punto de hacer podría interpretarse como otra traición, pero en su mente, era el único camino posible.
Con pasos silenciosos, se dirigió al armario y extrajo una mochila que había preparado días atrás, escondida bajo varias mantas en desuso. La abrió para revisar su contenido una última vez: algo de ropa, un mapa, dinero en efectiv