Desde el otro lado del claro, Seth observaba, tenía sus ojos brillando con un triunfo malicioso.

—Te dije que no podías ganar —Susurró, acariciando el cabello de Ayla, que aún dormía en sus brazos.

Mia intentó moverse, pero las runas la mantenían inmovilizada. Aamon se acercó, haciendo que su sombra cayera sobre ella como un manto de derrota.

—Después de todos estos años... —Murmuró el demonio, inclinándose hasta que su aliento putrefacto le acarició el hocico. —Al fin eres mía.

Mia no respondió, pero sus ojos no mostraban miedo, mostraban cálculo. Y entonces...

Sonrió.

Aamon apenas tuvo tiempo de preguntarse por qué antes de que el cielo explotara. Una ráfaga de energía plateada cayó desde las nubes, impactando directamente en el círculo de runas. El hechizo se rompió como cristal, y Mía saltó hacia adelante, con sus garras encontrando el pecho de Aamon antes de que él pudiera reaccionar.

El demonio gritó, pero Mia no se detuvo.

—¿Crees que no aprendí de la última vez? —Rugió