Capítulo 27.
Pov Carlos.
Desperté antes que ella. No dormí mucho, la fiebre bajaba a ratos y los recuerdos de la noche me mantenían despierto. No era un sueño: la tenía entre mis brazos, sudada, temblando, entregada. Después de tanto rechazo, de tanto muro, Camila me había dejado entrar. No porque la arrinconara, sino porque lo quiso, aunque al amanecer lo negara.
Cuando abrió los ojos lo supe. Su cuerpo se tensó de inmediato, como si quisiera borrar lo que habíamos hecho con un movimiento. Se giró de espaldas, fingiendo buscar aire. Me dio la espalda, pero su cuello rojo la traicionaba.
—Buenos días, primera dama —murmuré, con esa ironía que sé que la enciende y la enfurece.
Ella se incorporó de golpe, recogió la sábana como si taparse pudiera darle dignidad. Ni siquiera me miró.
—Lo de anoche… —dijo, con la voz tensa— fue un error.
Me reí. Fuerte. Sincero.
—Un error que repetiste cada vez que me buscaste con las manos.
Ella apretó la mandíbula. El silencio fue su defensa. No lo iba a admitir. Nu