Capítulo 28.
POV Camila.
Pasó una semana. Una semana que me pareció una vida entera.
La rutina cambió. Ya no eran las noches frías de indiferencia, ni la cama compartida por obligación. Ahora había fuego. Fuego cada noche, a veces en silencio, otras con gritos que los guardias en el pasillo seguro escuchaban, pero fingían no oír. Fuego que empezaba con una mirada de rabia, con una discusión banal, con un roce en la mesa de trabajo que terminaba en mi espalda chocando contra la pared de la oficina o en sus labios devorando los míos en la oscuridad de nuestra habitación.
Lo odiaba por eso. Porque había logrado que mi cuerpo lo reconociera de nuevo, que lo buscara, que lo reclamara con ansiedad. Y lo odiaba más porque yo respondía, porque cada noche terminaba rendida entre sus brazos como si el veneno del pasado no existiera.
Durante el día trabajábamos juntos. Y ahí estaba lo más desconcertante: descubrí que cuando Carlos dejaba el disfraz de político, cuando no hablaba en discursos, cuando no jugab