Capítulo 24.
POV Camila
El camino hacia ese pueblo perdido fue interminable. Polvo, piedras, carreteras tan rotas que parecían heridas abiertas en la tierra. Cuando por fin llegamos, entendí por qué nunca aparecía en los informes oficiales: era como si lo hubieran borrado del mapa. Casas de madera a punto de caer, techos agujereados, niños descalzos corriendo en el barro. Los perros parecían más hueso que piel.
Me bajé de la casa rodante y el silencio se sintió pesado. La gente nos miraba como si fuéramos un milagro o una farsa. No sabían todavía qué esperar. Yo sí: mis ojos ya estaban midiendo qué había que arreglar primero.
—Necesitamos ubicar un espacio para repartir comida —ordené sin mirar atrás.
Amelia tomó nota y salió corriendo. Santiago habló con la escolta para descargar los suministros. Yo caminé hacia lo que decían era la escuela. Una choza con paredes rajadas, pupitres cojos y un pizarrón partido en dos.
Respiré hondo. La furia me quemaba, pero la guardé. No vine a llorar; vine a hace