Narrador.
El conde del sur siempre había sido un hombre de ambiciones simples: poder, oro y reconocimiento.
Su hija Ana era la llave para todo eso. Bonita, dócil y enamorada de un idiota de apellido noble, pero sin poder real. Un soldado más con aspiraciones de grandeza.
Eros le había ofrecido algo que ningún hombre sensato rechazaría: el trono, a través de su hija.
Solo debía romper aquel compromiso. Y sabía cómo hacerlo.
Esa mañana fue al pueblo.
Pidió una habitación en una taberna vieja y pidió hablar con la dueña.
—Necesito una mujer joven, atrevida, de las que saben cómo usar su cuerpo —dijo sin rodeos.
Le presentaron a una pelirroja con ojos duros. Se llamaba Lira.
—¿Qué quiere que haga? —preguntó ella, mientras contaba las monedas que él le ofrecía.
—Nada de sangre, solo una escena convincente. Que parezca lo que no es.
Lira sonrió.
—¿Y a quién tengo que arruinarle la vida?
—A un soldado con demasiado honor y poca malicia —respondió el conde—. No te costará trabajo.
Esa misma t