Narrador.
El palacio de Zafir nunca había brillado tanto. Los corredores estaban cubiertos de flores, las columnas adornadas con cintas doradas, y cada rincón olía a incienso y vino caro. Afuera, una multitud de nobles aguardaba para ver a la futura emperatriz: Alexandra Lysmar, hija del duque más poderoso del continente.
Dentro del salón principal, los músicos afinaban sus instrumentos. Las lámparas de cristal reflejaban la luz sobre los trajes de los invitados. Todo era lujo, protocolo y apariencias.
Alexandra avanzó entre la gente con una sonrisa serena. Su vestido plateado arrastraba por el mármol, y una tiara de zafiros coronaba su cabello recogido. Todos la miraban como a una joya viviente. Apenas podía respirar. No por nervios, sino por el peso de las expectativas.
Eros la esperaba en el centro del salón. Su mirada parecía dulce, pero en el fondo había algo más oscuro, algo que nadie notaba. Tomó su mano y besó el dorso con calma.
—Esta noche, todo Zafir sabrá que el destino no