Cap. 3.3

     Un estruendo se hizo sentir desde las afueras de la casa, produciendo un ligero temblor, Darrel se sorprende por tal suceso, en cambio Samara sonríe maliciosamente. ─ ¿Te sorprende que te hayan traicionado?, es una pena que tu gente te haya dado la espalda solo por tenerme, tú mismo lo dijiste ─ ¡NO!, ¡Tú eres mía! ─.

     Un guardia se asoma por la puerta rindiendo informe. ─ La muralla sur fue penetrada, no hay sobreviviente, mi Lord ─. Otra explosión, otro guardia aparece a los pocos minutos informando sobre más cadáveres. ─ ¿Cuántos son? ─ Solo uno, señor ─ ¡¿Uno?! ¡¿Es un chiste?! ─ No señor, es un hombre con una armadura plateada, los está matando a todos ─ ¡Deténganlo!, ¡Ataquen con todo! ¡Quiero su cabeza! ─.

     Otro fuerte temblor, Samara aprovecha la situación para abalanzarse sobre Darrel, empujándolo y tomar su daga, en lo que se enfila a la huida, nota al lado, un estante de armas, y observa una fina espada con hoja negra y una empuñadura brocada en hilos de oro, los guardias buscan de detenerla, sin embargo, otro temblor hizo a los guardias tambalearse y así aprovechar de emprender la huida.

     ─ ¡ATRÁPENLA! ─. Samara corre por los pasillos sin saber siquiera adónde ir, se topa con Meredith, ésta la sujeta por los hombros, pero Samara fue más rápida, le apuñala con Colmillo por el costado, la daga comienza arder, Meredith grita en agonía aflojando su agarre, Samara no perdió el chance de empujarla y seguir corriendo.

     Cruzando por un pasillo largo en dirección al patio, se topa con un hombre de armadura plateada que caminaba en su dirección con espada en mano, Samara se detiene resbalándose y cayendo sobre su trasero, se busca de arrastrar sobre su espalda para mantener una distancia segura de él, de pronto una gran cantidad de guardias hicieron acto de presencia para arremeter contra el hombre, Samara pudo ver cuan diestro era en combate; los despachó a todos dando giros y giros con su espada, cortando, rebanado, evitando, usando las espadas de sus contrincantes para defender y atacar, sosteniendo con su mano sus golpes y arremetiendo con la empuñadura, para luego atacar con las espadas de sus adversarios; dejando al final solo carne muerta a su alrededor.

     El hombre se acerca hasta Samara, ésta tiembla de pánico en el piso, no pudo reconocer al hombre detrás del yelmo, solo pudo ver aquellos ojos azules como el hielo brillar dentro, éste le tiende la mano, sin embargo, Samara le aparta y corre en dirección a los cadáveres, por donde había llegado aquel guerrero.

     Perdiéndose entre los bosques, Samara cae una y otra vez, tropezando con cuanta raíz se topaba, terminando con arañazos y golpes por todo su cuerpo; hasta que cae por un empinado barranco, quedando bien golpeada y mal trecha, como pudo se levantó, y renqueando prosigue con su huida.

La noche inclemente le abrumaba con el silencio, los gritos de los soldados luchando y muriendo se silenciaron a través de la distancia, supo en ese momento de lo suficientemente lejos y perdida que se encontraba, sin más remedio, se acurruca a los pies de un árbol a llorar desconsoladamente al darse cuenta como su vida se había vuelto una m****a en un abrir y cerrar de ojos.

     Una vez que su llanto se vio calmado y su respiración agitada por el miedo cesó, se comenzaron a sentir unos pasos de una armadura acercándose, ¿era el guerrero?, por más que quería saber, no quiso arriesgarse a equivocarse, así que con su respiración agitada y desesperada, se enfiló a la huida con el dolor penetrante en su pierna; levantando un poco la falda pudo ver una gran cortada en su muslo izquierdo, pero no era el momento de quejarse, ni de llorar; habría tiempo luego, una vez que estuviera a salvo, pero ¿Dónde es a salvo?.

     Llegando a un claro, es rodeada por varios guardias de Morrel, sus caras decían que harían un montón de cosas antes de regresarla ante su señor. Arrastrándola de nuevo a los bosques, los hombres celebraban y reían con malicia, de pronto una daga de cristal atraviesa el cuello de uno de los soldados que sostenía a Samara, logrando brotar a chorros sangre de su cuello y de su boca, entre gorgoteos, el hombre cae el suelo, muerto, los hombres se ponen en guardia buscando de donde había provenido la daga, uno a uno fueron cayendo a su alrededor, Samara levanta la cara cuando unas botas plateadas se paran al frente.

     Samara, sucia y harapienta con el cabello enmarañado, lleno de ramitas y tierra, contempla a su salvador, era el hombre de cabello blanco, el mensajero guerrero, éste le tiende la mano, pero Samara se desmaya.

     En el momento que Samara recobra la conciencia, levantándose lentamente se percata de que su salvador se encontraba a su lado aun vistiendo su rara armadura, obviamente no era el mismo sitio donde la había encontrado, lo supo en el momento que recorrió con la mirada el lugar, pero algo era diferente, él se veía diferente, ¿pero qué?, y ¿Dónde lo había visto?, cuando intentó levantarse, se dio cuenta que el mensajero-guardián la había abrigado.

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