Cap. 3.2

     Darrel da la orden para recogerla, unos hombres le ayudan gentilmente a ponerse de pie, los ojos de Samara, fijos en la nada, hacían notar el estado de shock en que se encontraba, no forcejeaba, no luchaba por estar lejos, su hermoso cabello trenzado solo era un manojo de hebras escapadas de su peinado.

     Su cuerpo tambaleante fue llevado dentro de una carroza, custodiada por muchos guardias con armaduras y armas raras, era la única forma en la que Samara pudo describirlos al momento de que un ápice de su cordura volvió a pisar la realidad, su primer pensamiento, y fue una pregunta que se formuló en su mente, antes de sumirse en la inconsciencia, ¿Dónde estás Tristán?

     Samara despierta en un dormitorio, obviamente no era el suyo, sin embargo le daba crédito por lo lujoso, acostada en una amplia y grande cama con dosel, con cortinas blancas y encajes dorados, sabanas de seda, un amplio ventanal que albergaba desde el suelo al techo, armarios y mesas de caoba pulida, contaba con su propio cuarto de baño, la habitación era casi el doble que su habitación, contaba con propio librero y cuarto de entretenimiento, un cuarto para una persona ostentosa, los pensamientos y las preguntas golpean a Samara trayéndola al presente, ¿Qué demonios hacía ella allí?, ¿Quién la llevó a ese lugar?, ¿De quién era éste lugar?, ¿Qué pasó con sus padres?, un nombre se le asomó en su cabeza, Darrel, en ese instante recordó todo aquel desastre en su casa, su padre devorando a su madre, el herrero poseído, y Couslan sin ojos, con su pecho atravesado, y por último, el rostro de Darrel preguntándole si se encontraba herida.

Por un instante creyó ver la preocupación en su rostro, pero las náuseas y escalofríos golpearon todo su cuerpo, Samara se levanta sentándose en la cama frotándose los brazos, se da cuenta de que la ropa que traía puesta no era la misma la que tenía cuando todo se fue a la m****a en su casa y en la aldea. Una bata blanca bastante decente, una simple bata para dormir y su cabello suelto; abrumada por los recuerdos y la sensación de pérdida, un sollozo golpeó en su pecho, no pudo creer que su propio padre haya devorado las entrañas de su madre como una bestia y haya querido matarla, su amigo Couslan, ¡Couslan!, ¿Qué le pasó?, ¿Dónde estaban sus ojos?

     Dos toques a la puerta llamaron la atención de Samara, cortando sus sollozos, miraba con incertidumbre a la puerta, pensaba la forma de defenderse o de escapar, pero lo único que hizo fue aferrarse a las sábanas.

     Una cabeza se asoma, era una mujer mayor, a pesar de su complexión, era de la misma edad de su madre muerta en manos de su padre, ¡Dios!, pensando en que su madre había sido asesinada, era algo que no se podía asimilar a la ligera, mucho menos cuando el autor era Roland, su padre que se la devoraba, por tal recuerdo, no pudo evitar que su estómago se revolviera.

     Tratando de desviar su atención de aquellos acontecimientos, se enfocó en aquella extraña que le sonreía, sin embargo, esta mujer era de piel oscura y hermoso rostro, sus ojos azul casi grises, le recordaron al mensajero-cazador.

     ─ Ya despertaste, niña, bien, supongo que tenéis muchas preguntas ─ ¿Dónde estoy? ─. Fue la primera pregunta que soltó Samara, incluso antes de pensarla. ─ Estáis en la casa de la familia Morrel ─. La sorpresa y el pavor invadieron los ojos de Samara.

     La mujer entra cautelosamente a la habitación. ─ Tranquila, niña, estáis a salvo aquí ─. Samara mira a todas direcciones, buscando algo, el colmillo, ¿Dónde está el colmillo? ─ El joven Morrel desea verte ─. Samara detiene su búsqueda de inmediato. ─ ¿Darrel… quiere verme? ─. Preguntó estrechando la mirada, la mujer asiente, ésta se dirige al armario sacando un sencillo vestido. ─ Será mejor que uséis esto, no creo que sea apropiado que llevéis un vestido para dormir para entrevistarse con el joven señor ─.

     La mujer tira en la cama un vestido blanco de algodón y seda con bordados dorados y nácar en la cintura y pecho, ajustado al cuerpo, era de la talla de Samara, lo supo cuando se lo probó, ajustándose donde debía estar ajustado, a sus finas líneas y curvas de su delicado cuerpo, unas zapatillas haciendo juego esperaban por ella al lado de la cama.

     ─ Por cierto, soy Meredith ─. Se presentó la mujer. ─ Mientras estéis aquí, yo seré su doncella asignada a su cuidado ─ Soy Samara ─. se presentó viéndose el vestido en el espejo, la mujer esboza una sonrisa contestando. ─ Ya lo sé, ahora, si me permitís, os déjeme guiar hasta el estudio del joven Darrel ─.

     Darrel se encontraba sentado en un sillón de alto espaldar, se aemejaba a un trono, sus patas moldeadas en cedro, el espaldar y el cojin eran rojos aterciopelados, él sostenía un libro, parecía que la lectura le aburría, al notar la presencia de Samara, enarca el ceño con asombro.

     ─ ¡Samara! Te esperaba. Es curioso, que una joven como tu conozca este tipo de… artefactos ─. Dijo Darrel dejando el libro sobre la mesita, tomando en su lugar el puñal blanco, Colmillo, Samara observa su daga, sin embargo, se mantuvo impasible y silenciosa. ─ ¿Nada que decir?, ¿Sabes lo que significa?, ¿Quién te lo dio? ─ Solo fue un regalo de mi hermano, me lo trajo en uno de sus viajes, me dijo que se lo compró a un viajero que vende baratijas ─.

     Darrel se quedó un par de segundos reflexionando la respuesta de Samara, estrechando la mirada sobre el puñal, de pronto… ─ No te creo. Si el vendedor supiera lo que hizo, te aseguro que hubiera pedido más por él ─ De seguro que el vendedor era un idiota, ¿Acaso sabéis cuánto cuesta? ─ No lo sé, ¿Tu si? ─ No, nunca le pregunto esas cosas a mi hermano ─ ¿Solo aceptas sin más?, ¿Sin saber de quien fue?, ¿Ni cómo llegó a sus manos?, creo que tu hermano sabe más de lo que te dijo ─ ¡Mi hermano no es un mentiroso! ─ No lo sé, ni me interesa ─ Devuélvemelo, es mío ─ Es muy poco… apropiado ver a una dama con un arma como esta en su poder. Creo que lo conservaré para… tu protección… y la mía desde luego ─. Comentaba Darrel contemplando la daga con fascinación e ironía.

     ─ ¿Por qué mataste a Couslan? ─ ¿Couslan?, ¡ah si!, el de la caballeriza. Ese muchacho ya no era tu amigo. Ya no ─ ¿Qué te hizo para que lo asesinaras? ─ Nada, pero él ya no era Couslan, tu misma lo viste ─. La imagen del cadáver de su amigo le golpea su mente, produciendo náuseas y arcadas. ─ Por favor, si vas a vomitar, que no sea en la alfombra, ¿Quieres? ─. El rostro de Samara empalidece, sosteniéndose del barandal que daban hacia la parte superior del estudio, y a su vez, fulminándolo con la mirada.

     Darrel avanza hacia Samara prosiguiendo su relato, Samara parece no entender lo que sucedía. ─ Esa gente, la gente del pueblo, ya no son ellos mismos, han sido… ¿Cómo lo diría?, tomados ─ ¿Tomados? ─ Si, ni sus cuerpos, ni sus mentes ya no les pertenecen, son esclavos y dan todo por quien los tomó, y ellos dieron sus vidas para entregarte, ninguno es tomado sin una buena razón o… un buen trato ofrecido, un trato muy tentador para dejarla pasar por alto a cambio de sus vidas, pero una vez que ya el trato está hecho, ya dejan de ser ellos mismos y se olvidan de todo, trato, precio… todo, solo sirven para su nuevo amo ─ Y… ¿Cómo sabes tu todo eso?, ¿Acaso te ofreció algo? ─ No, y mi vida vale mucho para cambiarla por cualquier cosa que yo mismo puedo obtener por mis medios, y mi única cosa que anhelo es a ti, Samara ─ ¿Yo?, ¿Por qué? ─ ¿Aun no lo ves?, eres especial, Samara, y por ser especial, tu lugar es estar aquí, a mi lado ─ No le pertenezco a nadie ─ De hecho, tu padre cerró un trato conmigo antes de… ─ ¿Trato? ─ ¿He dicho trato?, que descuidado soy, (risa sardónica) ─ ¿Fuiste tu quien hizo que mi padre…? ─.

     Los ojos de Samara desprendían furia y lágrimas. ─ No fui yo, el trato fue enviado a través de mi ─ Eres un maldito hijo de puta ─. Reprochó Samara entrecerrando los ojos, con las manos hechas puños y los dientes apretados. ─ (sonrisa socarrona) ¡Pero que palabras!, eso no es propio de una dama ─ ¡Acabas de matar a mis padres y tu solo piensas en ti! ─ Si, lo admito, soy egoísta ─.

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