53. Sombras y fuego.
El beso llega con la fuerza de un huracán contenido, con una intensidad que casi me arrebata la conciencia, y siento cómo su lengua busca tomar el poder que me niego a entregar mientras mis labios y mi mandíbula se aferran con obstinación a cada centímetro de mi voluntad, recordándome que no estoy aquí solo para ser tocada, sino para mantener mi terreno, para reclamar mi espacio en este juego de presas y depredadores. Cada respiración es un arma, cada gemido calculado, cada suspiro un desafío silencioso que lanzo contra él, y en la tensión que se cierne entre nosotros descubro que este encuentro no es simplemente físico: es una batalla de voluntades donde la seducción y la estrategia se entrelazan, donde el deseo es munición y la resistencia, escudo.
Su aliento roza mi cuello, y en ese contacto siento la electricidad que corre desde la base de mi columna hasta el corazón; sus manos no son suaves, son mandatos disfrazados de caricias, y cada movimiento que él hace me obliga a responder