147. Entre las llamas y la pie. (Segunda parte)
El palacio se derrumba a mi alrededor, las llamas lamen las paredes como lenguas hambrientas, y sin embargo la verdadera amenaza está frente a mí. Él se quita la máscara lentamente, como si desnudarse en medio del infierno fuera un ritual íntimo reservado sólo para mis ojos. Bajo ella, su rostro es hermoso y cruel a la vez: labios trazados para la mentira, mirada hecha para someter.
—Así que eres tú —digo con la voz rota, pero firme.
—Siempre fui yo, Névara. Cada beso que recibiste, cada mano que se deslizó por tu piel, cada palabra de falsa devoción… todas fueron mías. Incluso cuando creías tener el control, estabas bailando en mi palma.
Siento rabia, pero también deseo. Es un veneno dulce que me recorre las venas, porque su voz me hiere y me acaricia al mismo tiempo. Él se acerca, el calor del fuego envuelve nuestros cuerpos, y cuando me toma del mentón para obligarme a mirarlo, debería atacarlo con la daga que aún escondo en mi muslo. Pero mis dedos tiemblan. No sólo por odio.
—Pud