148. El precio del fuego.
El humo me arde en la garganta, pero sigo respirando como si inhalar cenizas me mantuviera con vida, como si el incendio que devora los muros a mi alrededor fuera un espejo de lo que me consume por dentro. Mis pasos tropiezan entre escombros y telas chamuscadas, y aun así avanzo, con el vestido roto pegándose a mi piel húmeda de sudor y sangre. Pienso que quizá este es mi fin, que el fuego terminará devorándome a mí también, cuando de pronto lo veo: la silueta firme de mi amante leal, cubierto de polvo y hollín, con la espada aún en la mano y la mirada herida al reconocerme.
—Névara… —su voz tiembla, y yo siento que mis rodillas ceden.
Me dejo caer en sus brazos como si fueran mi único refugio, y su calor me envuelve incluso con la sangre que le mancha el costado. Lo beso antes de que pueda hablar más, porque las palabras sobran cuando la muerte respira tan cerca, y solo queda el instinto, la certeza de que quizás esta sea la última vez que puedo fundirme con él.
Mis labios se desliza