Cap. 7 Lucius, ¿estás seguro de que la niña es tuya?
Con una meticulosidad desesperada, Alba investigó la habitación. Recorrió cada rincón con la mirada, y no tardó en encontrarlas: las pequeñas lentes casi imperceptibles de las cámaras ocultas en los rincones del techo y tras unos cuadros. La estaba vigilando.
Cada uno de sus movimientos. Una ira fría se apoderó de ella. ¿Realmente cree que puede contenerme como a un animal en un zoológico?
Necesitaba distraerse, hacer algo, cualquier cosa. Abrió los enormes armarios empotrados con fuerza, y lo que vio la dejó sin aliento. No era ropa nueva. Era su ropa. Los vestidos, las blusas, los conjuntos de seda que usaba años atrás, cuando aún vivían juntos en la Mansión Ottum, durante esos breves meses de felicidad antes de que todo se viniera abajo.
Alba soltó un bufido de indignación, un sonido gutural que nació de lo más hondo de su ser. No solo no la había quemado; la había conservado como una reliquia. Una idea repugnante cruzó su mente.
Lucius debió de haber sido inmensamente feliz al c