Cap. 54 ¿Confiar en ti?
El rugido del motor de lujo era apenas un zumbido, un sonido opaco ahogado por el silencio ensordecedor que llenaba la cabina. Era un vacío pesado, cargado de todo lo que no se decía, de todo lo que ya no podía decirse.
Alba miraba fijamente por la ventana, su perfil era una estatua de indiferencia tallada contra el paisaje urbano que se desdibujaba a toda velocidad.
Yo, en cambio, trataba de mantener las manos firmes sobre el volante, de proyectar una calma que estaba a años luz de mi interior. No podía.
No era solo la culpa la que me carcomía por dentro, royendo como un ácido cada recuerdo de mis estupideces. No era solo el remordimiento, esa pesadilla constante de cada palabra cruel, cada desaire, cada vez que levanté la voz o, Dios me perdone, la mano.
Era algo más profundo, más desgarrador. Era el sentimiento puro y simple de haberla extrañado.
De haber extrañado su risa, esa que antes era un sonido cristalino que llenaba la casa. De haber extrañado la forma en que su mirada se