Mundo ficciónIniciar sesiónDesperté con la sensación de que todo era más lento. Como si el aire, los sonidos y hasta la luz se hubieran suavizado.
Las primeras semanas después del hospital fueron una especie de tregua. El cuerpo pedía calma y, por primera vez en mucho tiempo, yo se la concedí.Alejandro venía a verme casi todos los días. A veces no decía mucho, solo se sentaba a mi lado, con esa forma suya de mirar que parecía medir mi respiración para asegurarse de que todo estuviera bien. Al principio me sentía incómoda con tanta atención. No sabía cómo manejar esa ternura tan constante. Pero poco a poco, su presencia empezó a sentirse como una necesidad. Como una rutina que me sostenía.Rosa se encargaba de que comiera bien, de recordarme los medicamentos, las vitaminas. Yo me reía cada vez que la escuchaba hablarle a mi barriga, como si el bebé pudiera responderle.—No sabes la suerte que tienes, pequeño —le decía con voz dulce—, vas a tener una mamá muy fuerte.Y yo, con una sonrisa q






