Capítulo 153

Los días pasaban entre sonrisas, pañales y despertares a mitad de la noche.

Nunca imaginé que la vida pudiera sentirse tan llena y, a la vez, tan tranquila.

Lucía dormía entre mis brazos, con esa respiración diminuta que parecía un canto, y yo podía pasar horas solo observándola.

A veces pensaba en todo lo que había cambiado: en la mujer que fui, la que lloraba por amor, la que se perdió tratando de ser alguien que no era. Ahora estaba aquí, con una hija que era mi razón de existir, y con un hombre que, sin decir mucho, se había convertido en el hogar que nunca tuve.

Alejandro venía cada tarde, sin fallar.

No importaba cuán agotado estuviera del hospital, siempre llegaba con algo pequeño: flores, una caja de galletas, un libro para leerle a Lucía.

Rosa lo recibía como si fuera parte de la familia; y de algún modo, lo era.

A veces los veía a los tres —Rosa, Javier y Alejandro— en la sala, conversando mientras yo descansaba con la bebé.

Rosa le servía c
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