Dante estaba en su oficina, revisando un informe financiero cuando Nicolo, uno de sus hombres más antiguos, se acercó con cautela.
—Jefe… la señora salió esta mañana con Sofía.
Dante alzó la mirada lentamente, dejando el papel sobre el escritorio.
— ¿Salió? ¿A dónde?
—No lo sabemos. Salieron en el coche de ella. Sin escolta. Solo las dos. Uno de mis hombres las está siguiendo.
Dante se quedó en silencio unos segundos, su mandíbula tensándose con cada palabra.
—Síguelas. No las pierdas. Y no quiero que se den cuenta.
—Entendido.
Nicolo siguió el auto de Sofía con discreción. Mantuvo una distancia segura, confiando en su experiencia para pasar desapercibido. Cuando vio que entraban a un restaurante modesto en una zona tranquila, aparcó al otro lado de la calle y tomó el teléfono.
—Jefe… están en un restaurante. Un sitio familiar, cerca del puerto.
Dante estaba de pie en su despacho, con el rostro imperturbable.
— ¿El lugar de Luca?
—Sí.
Silencio.
Luego, con voz más baja y oscura:
—Voy p