Ariadna estaba todavía apoyada en la mesa, procesando todo lo que Akira había dicho, cuando el celular vibró.
Vio el nombre en la pantalla:
Mara.
Sintió un pequeño nudo en el estómago.
No sabía qué decirle.
No podía contar la verdad.
Respondió.
—¿Hola?
La voz de Mara salió rápido, apurada, como si estuviera caminando mientras hablaba.
—¡Ari! Te llamé ayer y no contestaste. Te escribí anoche y tampoco… Me preocupé. ¿Estás bien?
Ariadna respiró hondo.
—Sí, sí. Estoy bien —mintió—. Solo… he estado acostada. Cansada.
Hubo un silencio corto.
—Hoy es miércoles —dijo Mara—. No llegaste a la oficina ni ayer ni hoy. Pensé que estabas enferma… pero Dante me entregó tu licencia médica esta mañana. Eso fue lo raro.
Ariadna se tensó.
—¿La entregó él? —preguntó, tratando de sonar casual.
—Sí —respondió Mara—. Pasó por recepción y dejó la hoja. Salió rápido. No se quedó a hablar con nadie. Solo dijo que estabas en descanso médico y que no te molestáramos.
Ariadna se mordió el labio.
Mara siguió habl