—¿Quién demonios escribió esto? —murmuré en voz baja, con el papel aún temblando entre mis dedos.
No era solo la caligrafía torcida lo que me inquietaba. Era la certeza de que quien lo hizo sabía exactamente dónde estaría esta mañana, a qué hora, y que no habría nadie más cerca. Una advertencia fría, directa, sin adornos. "La próxima será tu garganta". Ni siquiera se habían molestado en firmarlo.
Caminé de un lado a otro en la habitación, con los labios apretados, tratando de ignorar el sonido de mi corazón golpeando en mis oídos. El papel crujía en mi puño cerrado. Lo había encontrado en el marco de la puerta de mi dormitorio, justo del lado interior. Dentro de la maldita mansión de Viktor.
Dentro.
Y eso era lo que más me jodía. Que no podía confiar en ninguno de los malditos guardias con traje negro que me miraban como si fueran estatuas. Que ni siquiera sabía si el mismísimo Viktor tenía idea de lo que estaba pasando o si era parte del juego.
Golpearon la puerta con dos toques seco