La Masacre de Luna Sombría
En simultáneo a la confrontación de Elías, Ariadna y Carlos en la hacienda el eco de los disparos retumbaba en los túneles subterráneos del Complejo Luna Sombría, un sonido ajeno al santuario que había sido. Davor, el leal lugarteniente de Elías, sabía que el momento había llegado. Había sentido la tensión crecer como una tormenta sónica desde que el Alfa se marchó.
Víctor Volkov no había entrado por la puerta principal. Había usado los conductos de servicio y la red de comunicaciones interna—la misma que Lyra Volkov, con su obsesión enfermiza por Elías, había mapeado y entregado a su tío, pensando que solo causaría un inconveniente que obligaría a Elías a regresar.
Pero el plan de Víctor no era un inconveniente; era una ejecución.
Davor, un lobo de melena gris y cicatrices honorables, estaba atrincherado en el centro de comando. A su alrededor, ocho de los lobos más leales de la guardia de Elías luchaban por mantener la línea, pero estaban diezmados. Víctor