El Discurso de la Lealtad
El silencio en el Salón de Baile del Claridge’s era opresivo, roto solo por el goteo del champán de la copa rota de Victor. En el centro del salón, Victor Volkov era una estatua de furia contenida, su mirada clavada en el palco donde Elías Thorne se erguía con una calma imperturbable.
Elías Thorne ignoró el cristal roto y el aura de violencia que Victor proyectaba. Levantó su vaso de whisky en un brindis que solo iba dirigido a un hombre en la sala. Lyra, a su lado, lo imitó con un vaso de agua, manteniendo una expresión de lealtad imperturbable que a Victor le hizo hervir la sangre.
Elías apoyó el vaso y se acercó al borde del balcón, su figura elegantemente iluminada por el foco de luz. Su voz, profunda y resonante, se amplificó en el salón, calmando las últimas oleadas de pánico entre los invitados.
—Gracias a todos por acompañarnos esta noche. Veo muchos rostros nuevos y valiosos que representan el futuro de la economía de Londres —comenzó Elías, su tono