La Cumbre de Cristal
Victor Volkov odiaba las alturas, pero las usaba. La cumbre de The Shard, ese fragmento de cristal que perforaba el cielo gris de Londres, era su nuevo asiento de poder robado. Ocupaba la suite presidencial, un vasto espacio minimalista y escandalosamente caro que ofrecía una vista de 360 grados sobre el Támesis y la City. Era un trono de vidrio, frío y expuesto, perfecto para su temperamento.
Eran las diez de la mañana, hora del té para el imperio, pero la reunión que Victor celebraba no tenía nada de cortesía británica. Estaba reunido con el Alto Consejo de Ancianos de la Manada Thorne, los pocos lobos que había logrado comprar o intimidar para que legitimaran su golpe de estado. La sala de juntas, con su mesa de mármol negro y sus sillones de cuero blanco, parecía el escenario de una autopsia.
El aire estaba espeso, no con el aroma del dinero, sino con el hedor del miedo.
Victor estaba de pie al fondo de la sala, su figura imponente proyectada contra el panoram