La Llegada del Usurpador
El Hotel Claridge’s en Mayfair era un monumento a la discreción y la riqueza. Su Salón de Baile, revestido de espejos art déco, techos altos y candelabros de cristal que parecían atrapar la luz de toda la ciudad, era el epítome de la opulencia londinense. La Gala Anual de Primavera del Holding Thorne prometía ser el evento social del año, aunque en la realidad, era una trampa mortal y un campo de batalla.
Eran las 22:15. El salón ya estaba lleno de gente, un mar de sedas, satenes y terciopelos. El aire zumbaba con el murmullo de conversaciones superficiales y el dulce perfume de las flores frescas, todo enmarcado por la música de una orquesta de cámara. Era la escena perfecta de la paz y la prosperidad, la fachada que Elías siempre había cultivado.
La falsa tranquilidad se rompió cuando Victor Volkov hizo su entrada.
Victor no irrumpió; desfiló. Él y su séquito de diez hombres, todos lobos de élite, descendieron la majestuosa escalera de mármol del foyer. Para