Golpe de sangre
La puerta principal se cerró con un suave clic, pero en la inmensa habitación, el silencio que dejó Lyra era más atronador que cualquier grito. Elías no se movió de su sitio, hincado junto a la cama. Su furia anterior se había disipado, reemplazada por un pánico helado que le recorría las venas. La palabra de Lyra —muriendo— había encajado con la palidez de Ariadna y su debilidad palpable.
Él tomó las manos de Ariadna, apretándolas con desesperación.
—No. No la escuches, no puede ser verdad. Pero... el ritual te agotó. La magia, la magia te agotó demasiado —murmuró Elías, su voz vibraba con una preocupación extrema que trascendía al Alfa y hablaba del hombre que había visto a su salvadora casi morir por él. Sus ojos dorados estaban clavados en su rostro, escudriñándola en busca de alguna señal de dolor que él pudiera curar—. ¿Qué sientes mal? ¿Te duele el pecho, te sientes mareada? Haremos que los sanadores te den todo, la nutrición, los hechizos... no te vas a ir, Ar