CAPÍTULO 104: LA TRAMPA PERFECTA
Derek
Desde hace días evito contestar sus llamadas. No porque no quiera oír su voz, sino porque no sé cómo decirle que, al menos por ahora, no puedo hacer nada.
No puedo divorciarme de Vanessa con la presión del psiquiatra, no con ese informe clínico y la mirada inquisitiva de los médicos diciéndome que, como esposo legal, tengo la responsabilidad de no dejarla sola. Y aunque sé que todo fue manipulado, que ese intento de suicidio fue un teatro cruel con consecuencias reales, sigo aquí, atrapado.
Porque incluso sin quererlo, ella sigue ganando. Y yo… sigo posponiendo lo que debería hacer.
Camino de un lado al otro en la sala de estar, el silencio se siente espeso, no me atrevo a subir a verla. Desde que despertó, Vanessa se limita a mirarme con ojos llorosos y a susurrar frases cortas llenas de culpa y supuesta fragilidad. Es buena actuando, lo ha sido siempre, pero no conmigo, mucho menos ahora que recuerdo todo.
El timbre suena, pero yo no espero a n