CAPÍTULO 105: LAS GRIETAS BAJO EL FUEGO
Maddison
El pent-house huele a madera, a café viejo y a secretos. Todavía tengo el eco de la voz distorsionada en los oídos y la piel helada por lo que implica. “Si no dejas de investigar, tu hijo estará realmente muerto.” Esas palabras me retumban por dentro como si me las hubieran gritado al oído con una pistola en la sien.
Derek está de pie, frente al ventanal, con el ceño fruncido y los brazos cruzados, como si pudiera contener con ese gesto todo lo que se nos viene encima. La cámara que encontramos hace unos minutos sigue sobre la mesa, desmontada. Una de tantas. Saber que nos espiaban no es lo peor. Lo peor es no saber desde cuándo, ni quién nos ha estado viendo o escuchando.
Me acerco a él, necesito sentir que no estoy sola en esto. Lo abrazo por detrás y apoyo la frente en su espalda, su cuerpo está tenso, pero no se aparta. Pasan varios segundos antes de que una de sus manos cubra la mía.
—Vamos a salir de esto —dice sin convicción—. Te