Mundo de ficçãoIniciar sessãoDalila Weber, una mujer común, tropieza por casualidad con Albert Kholl, el heredero más codiciado y prestigioso de Nueva York. Lo que comienza como una noche inesperada de pasión da un giro sorprendente cuando él le propone un matrimonio de conveniencia, ofreciéndole a cambio una vida de lujos y privilegios inimaginables. Convertida de la noche a la mañana en la señora Kholl, Dalila descubre el poder de tener todo lo que siempre soñó al alcance de su mano. El contrato matrimonial, se lo ha ganado Dalila, porque ha sido la única mujer que no le ha causado repulsión al magnate, después de que éste sufriera un gran trauma en su vida. Él ha sentido una gran atracción por ella, después de tantos años con su problema. Entre mimos y caprichos, donde el magnate le permite todo, este relato sensual y cautivador explora cómo el encanto irresistible de Albert y el nuevo mundo de Dalila los envuelven en una relación tan apasionada como extravagante.
Ler maisLa mansión Kholl, con sus muros de piedra que parecían susurrar historias de amor y resiliencia, se alzaba majestuosa bajo el cielo despejado de una noche de verano en 2035. Diez años después de la barbacoa que reunió a la familia en un momento de unión y reflexión, la mansión estaba lista para ser el escenario de una celebración sin precedentes. Dalila Weber, ahora de cuarenta y cinco años, había alcanzado la cima de su carrera como actriz, con un legado que incluía un premio nacional por Sombras de Cristal y una nominación internacional por Luz de Medianoche. Pero su último proyecto, El Latido del Horizonte, una épica familiar sobre generaciones unidas por el amor y el sacrificio, era el más personal de todos. No solo porque Dalila lo protagonizaba, sino porque su hijo, Adrien Kholl, de trece años, debutaba como actor a su lado, interpretando a su hijo en la ficción, un papel que parecía un reflejo de su vínculo en la vida real.Adrien, con los ojos grises de su padre, Albert, y la
Diez años después, la mansión Kholl seguía siendo un faro de amor y risas, pero el mundo a su alrededor había evolucionado en una sinfonía de cambios, sueños cumplidos y promesas renovadas. Dalila Weber, ahora de cuarenta y cinco años, se había consolidado como una de las actrices más respetadas de su generación. Su papel como Isabella en Sombras de Cristal le había valido un premio nacional, y desde entonces había protagonizado tres películas aclamadas y una obra de teatro que agotó entradas durante meses. Su última película, Luz de Medianoche, una historia de redención sobre una mujer que reconstruye su vida tras la pérdida, estaba nominada a un galardón internacional, resonando con su propia historia de superar las traiciones de Eria y Malena. Pero para Dalila, el verdadero éxito era la familia que había construido con Albert Kholl, el hombre que seguía siendo su ancla, su hogar, su amor eterno.Adrien, ahora un adolescente de trece años, era una presencia magnética, con los ojos g
La ciudad, con sus calles bulliciosas y edificios que se alzaban como centinelas de cristal, parecía indiferente al torbellino interior que consumía a Camell Vargas. A sus treinta y siete años, Camell había intentado reconstruir su vida tras el colapso de su mundo, un colapso provocado por la traición de Malena, la hermanastra de Dalila Weber. La revelación, un año atrás, de que el hijo que Malena esperaba no era suyo lo había destrozado, arrancándole la ilusión que lo había atado a ella y dejándolo con el peso aplastante de haber perdido a Dalila, el amor de su vida, por una mentira. Ahora, trabajando como arquitecto en un estudio modesto en el corazón de la ciudad, Camell diseñaba casas con ventanales amplios, como si buscara dejar entrar la luz que faltaba en su alma.Su oficina, un espacio pequeño con paredes cubiertas de planos y maquetas, olía a café recién hecho y a la tinta de los lápices que usaba para esbozar. Era un refugio donde intentaba mantener a raya los recuerdos, per
La mansión Kholl, con sus jardines de rosas y el murmullo del lago cercano, había sido el escenario de innumerables momentos felices para Dalila Weber y Albert Kholl, pero esta vez, la celebración de su quinto aniversario de boda los llevaría lejos de su hogar. Albert, con su característica mezcla de romanticismo y determinación, había insistido en que el día debía ser inolvidable, un hito para marcar los cinco años de un amor que había superado traiciones, amenazas y sombras del pasado. La elección del lugar no fue casual: la finca de sus padres, Helena y Richard Kholl, una joya rústica en las afueras de la ciudad, rodeada de viñedos que se extendían como un mar dorado bajo el sol otoñal.Dalila, aunque emocionada, no podía evitar sentir una punzada de nerviosismo mientras preparaban el viaje. Los padres de Albert, aunque cordiales en los últimos años, habían sido distantes al principio de su matrimonio, influenciados por las mentiras de Eria, quien los había convencido de que Dalila
La mansión Kholl, con sus ventanales reflejando un cielo gris de nubes bajas, parecía contener el aliento aquella tarde de finales de primavera. El aroma de la lluvia reciente se mezclaba con el de las gardenias que Dalila Weber tanto amaba, pero dentro de la casa, una tensión silenciosa se había instalado. Dalila, sentada en el sofá de la sala de estar, sostenía un guion de Sombras de Cristal, su nueva serie como coprotagonista, aunque sus ojos apenas recorrían las líneas. Su mente estaba en otro lugar, atrapada en los recuerdos de una mujer que había sido una sombra en su vida: Eria.El teléfono sonó con un timbre agudo que rompió el silencio. Albert Kholl, que estaba revisando unos expedientes médicos en su estudio, contestó con su habitual calma profesional. Pero cuando colgó, su rostro estaba pálido, sus ojos grises nublados por una mezcla de conmoción y tristeza. Entró en la sala, buscando a Dalila con una urgencia que la hizo levantarse de inmediato. —Es Eria —dijo, su voz baja
La mansión Kholl, con sus jardines de rosas y lilas mecidos por la brisa del verano, era un refugio de calma en medio del torbellino que se había convertido la vida de Dalila Weber. A sus treinta y cinco años, Dalila había encontrado un equilibrio entre ser madre, esposa y artista, pero el fuego de su pasión por la actuación nunca se había apagado. Tres años después del nacimiento de Adrien, su hijo, que ahora correteaba por los pasillos con la energía de un huracán y los ojos grises de su padre, Albert Kholl, Dalila recibió una llamada que cambiaría su vida. Su agente, Mariana, una mujer de voz enérgica y mirada astuta, le ofreció el papel de coprotagonista en Sombras de Cristal, una serie de televisión histórica que prometía ser un hito en la industria.El papel de Isabella, una mujer del siglo XIX que desafía las normas de su época para salvar a su familia, resonó profundamente con Dalila. Era una oportunidad para volver a los reflectores, para demostrar que podía brillar tanto en





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