Berlín, Alemania
Viktor
Me levanto en silencio, cuidando de no despertarla. Sus pestañas tiemblan apenas sobre las mejillas. Aún duerme y yo no debería quedarme mirándola. No después de todo. Pero ahí estoy, observándola como un maldito adicto.
Me aparto o más bien me obligo a hacerlo. Paso una mano por mi rostro y camino hacia el baño para darme una ducha rápida, con la esperanza de que el agua helada también congele el caos en mi cabeza.
¡Oh, sorpresa! No funciona.
Todo lo que ocurrió esta mañana sigue ahí, repitiéndose como una escena maldita: sus ojos buscando los míos, su voz quebrada confesando lo que descubrió, su confianza… ¿Después de todo lo que le dije? Después de todo lo que nos hicimos. Y aún así me lo contó. ¿Será estupidez o valentía? ¿Necesidad o…? No, me niego a caer otra vez. No puedo permitirme que el corazón se meta donde solo debería gobernar la lógica.
Sin embargo, lo hace.
La prioridad ahora es Reinhard. Y si quiero ganar esta guerra, necesito a alguien que cono