Berlín, Alemania
EmiliaNo aguanto más. Puedo escuchar el sonido de la voz de Konstantin desde el otro lado de la sala, incluso con el volumen bajo. Esa voz cargada de arrogancia, de superioridad, de la seguridad que le dio estar a la sombra del hombre más poderoso de esta ciudad. Esa maldita voz que se burlaba de mí cuando no era más que una prisionera. Cuando estaba sola.
Y ahora él está aquí.
Sentado con Viktor. Parte del plan. Parte de «nuestro» equipo. Y yo, obligada a fingir que no me traga viva el recuerdo de lo que viví. No digo nada. No hago una escena.
Simplemente, me levanto del sofá sin mirar a ninguno de los dos y subo las escaleras con el pas