Una noche, como toda noche, un giro inesperado aparece en la vida de victoria. Una chica común, pero que no pasa un momento sin no haberse metido en problemas. Pero esta fue para salvar a Raffil Leopardo, un mafioso, cuyo nombre hace temblar el mundo. Apodado el infierno. Victoria se ve envuelta en nuevos lío, pero esos que son mucho más mayores de la que puede salirse con facilidad. Él es un peligro viviente, y ella una chica normal en un mundo de los normales. Ahora es el blanco, el precio de salvar la vida de Raffil es la muerte misma. Para salvarse y a los suyo. Raffil le promete, una mejor vida. Como agradecimiento de vida se casa con ella. Convirtiéndose en la mujer, más buscada por las mafias. ¿Podrá victoria conseguir, la llamada mejor vida prometida? ¿Se abra arrepentido de haber salvado la vida de este hombre imponente?
Ler mais_ ¡Victoria, por Dios, debes enfocarte en ti y en este trabajo! Te está consumiendo, ¡mírate!
Rodé los ojos, detesto que esta mujer tenga razón, pero es mi mejor amiga. Ámbar Wister, mi confidente, mi protectora, mi madre sustituta. Ha sido mi roca en momentos difíciles, aunque a veces su exigencia se asemeja demasiado a la de mi jefe, ese demente desquiciado.
_ Sí, tienes razón. Gracias por venir, necesitaba verte.
_ ¿Y esperas que te dé un cumplido por venir al bar?
Me mira fijamente y arquea una ceja, pareciendo un panda cuando lo hace.
_ Si no quieres que esté aquí, me marcho. Además, tengo cosas que hacer.
_ Escúchame bien, toma asiento en este taburete y no te muevas hasta que yo diga que está bien.
Esa mujer es muy mandona, pero de la buena. Me pasa una cerveza, frunzo el ceño y ella la cambia por un vodka. Esa es otra de las razones por las que la aprecio, siempre sabe cómo alegrarme.
Mientras saboreaba un delicioso trago de mi vokca, que sinceramente necesitaba más que un novio, apareció ese parlanchín llamado Maker. No entiendo por qué siempre tengo la mala suerte de encontrármelo cada vez que vengo aquí. Lo miré con desdén, esperando que entendiera que no quería que se acercara a mí. Afortunadamente, él captó la indirecta y se dio la vuelta. Moví los hombros en señal de victoria, recordándole que mi nombre es Victoria Daville, y que siempre hago honor a mi nombre.
Observé a varios clientes haciendo pedidos en la barra, pero Ambar estaba ocupada atendiéndolos. Decidí dejar mi bolso detrás de la barra y fui a ayudarla. Llevé las bebidas a las mesas que estaban en la lista de pedidos.
"¡Gracias, nena!" Me dijo Ambar.
"¡De nada, bombón!" Respondí con una sonrisa.
"Además, ¿qué quieres para tu cumpleaños este sábado?" me preguntó.
Rodé los ojos, dejando en claro que había olvidado por completo ese asunto. Vaya despiste el mío, olvidar mi propio cumpleaños. Desde que empecé a trabajar en la empresa JowGlam, diseñando exclusivos anillos de élite, los pedidos no paran de llegar. Y cada vez que Maker tiene una nueva inspiración, no tengo ni idea de dónde la saca. Pero cuando sucede, tengo que ayudarlo a plasmarla en un dibujo adecuado. Odio ser la diseñadora principal que él elige, pero supongo que es parte del trabajo.
En fin, aquí estoy, en medio del bullicio del bar, disfrutando de mi vokca y lidiando con las situaciones que se presentan. Al menos puedo decir que siempre cumplo con mi nombre, Victoria, en cada aspecto de mi vida.
Me siento en la barra, sumergiendo mi cabeza entre mis codos, acariciando mi cabello con gesto distraído. De repente, un ligero aroma se cuela en mis fosas nasales, un perfume exquisito que despierta mis sentidos. Ópera primé, de Bvlgari. Solo lo vi una vez, pero su fragancia quedó impregnada en mi memoria, como un recuerdo fugaz pero imborrable. Desde entonces, nunca más volví a toparme con un perfume tan cautivador. Mis ojos escudriñan el ambiente, buscando al portador de tan exquisita fragancia. Solo entonces, mi mirada se topa con una espalda ancha que asciende las escaleras con porte majestuoso. El azul marino del traje le sienta impecablemente, acentuando su presencia imponente que parece abrumar todo el bar.
De pronto, los ojos de Ambar se posan en los míos, y por primera vez, percibo en ellos un destello de intriga. ¿En qué demonios estará pensando y por qué me mira de esa manera?
_ ¿A quién buscabas? _inquire con curiosidad.
_ ¿Ese? A… nadie. ¿Qué te hace pensar que buscaba a alguien? _ replico tratando de ocultar mi sorpresa.
_ Hmmmmm, sabes que eres muy mala para mentir.
Maldición, parece que ha descubierto mi pequeño secreto. ¿Por qué me preguntas si ya has visto lo que querías ver?
_ Sí, claro, como digas _ respondo con evasiva, tratando de desviar la atención.
La fragancia de Ópera primé parece haber desatado una serie de eventos inesperados en este bar. Y mientras el misterio se cierne entre nosotros, no puedo evitar preguntarme qué otros secretos se esconden tras la mirada intrigante de Ambar, ¿conocerá a esta persona?
Me entrego una bandeja que sostenía un cubo de bebidas, y al levantar la mirada, la vi señalando hacia la escalera de arriba. Tomé un sorbo de mi vaso de whisky, que me había pasado ella, y sentí que empezaba a hacer efecto.
Subí las escaleras y me dirigí hacia la puerta, pero al llegar, vi a un tipo con un silenciador apuntando hacia adentro. La puerta estaba entreabierta, y me di cuenta de que nadie en la habitación había notado su presencia.
Mis manos temblaban, no sabía si arrojarle la bebida o hacer algún ruido. Finalmente, di una patada en el suelo, me sentía histérica. Odiaba depender de la ayuda de otros, siempre me metía en problemas. Pensé en acercarme sin dar la impresión de haber visto algo, pero mi instinto quería salir y golpearlo por causar problemas. Un disparo en este bar sería un desastre, y Amber estaría en problemas si alguien resultaba herido.
Vi cómo él arreglaba su arma y apuntaba directamente al corazón. En ese momento, me importaba poco lo que sucediera a continuación. Tenía que actuar. Di unos pasos hacia él, y aunque trató de disimularlo, seguía apuntando.
De repente, lo empujé hacia adentro y cayó al suelo.
- ¡Cuidado! ¡Tenía un arma y los estaba apuntando!
El maldito disparo, un sonido que traspasó el aire y se clavó en el silencio del pequeño bar. Me vi obligada a lanzarme sobre el sofá, cayendo encima de un hombre que yacía allí. Afortunadamente, mi destreza evitó que la bala me alcanzara, pero no pude evitar el corte en mi brazo. El caos de las bebidas derramadas en el suelo reflejaba la tensión del momento. Los hombres que rodeaban al individuo armado lo tenían sometido, pero mi atención estaba centrada en el hombre bajo mí.
Agradecí en silencio por mi habilidad para esquivar el peligro, mientras el hombre tendía su mano para ayudarme a levantarme. La escasa luz en la habitación no me permitía ver claramente su rostro, pero su gesto amable contrastaba con la rudeza del entorno. Al tomar su mano, su perfume invadió mis sentidos, dejándome aturdida. Siempre he tenido debilidad por los hombres que huelen exquisitamente bien, y él desprendía un aroma que mezclaba peligro y elegancia.
Al incorporarme, me encontré con la mirada del individuo que mantenía al agresor bajo control. Su tono era firme y directo, recordándole al intruso que ese no era lugar para cometer actos violentos. Mis labios se deslizaron con determinación, instintivamente defendiendo el ambiente que consideraba mi refugio.
—Hijo de puta, ¿acaso has venido armado para derramar sangre en este pequeño bar? Como te atreves a poner en peligro a mi Ámbar. Si buscas pelea, tendrás que enfrentarte a mí en lugar de recurrir a la violencia cobarde.
El desconocido me soltó la mano sin siquiera dirigirme una mirada, pero su fragancia seguía envolviéndome con su seductora presencia. Al alzar la vista para expresarle mi agradecimiento, me vi cautivada por sus ojos profundos, cuyo color era un misterio bajo la penumbra. Su aroma a tabaco se entrelazaba con su imponente presencia, dejándome sin aliento.
—Gracias —murmuré, apenas consciente de mis propias palabras.
En ese instante, su presencia imponente y su aroma embriagador me hicieron cuestionar quién era realmente ese hombre.
Me dejó en el limbo, sumergido en una profundidad bronca que sacudió mi ser. Sentí su presencia en la habitación, impregnada con su perfume y su respiración que se entrelazaba con la mía cuando caí sobre él.
"De nada, ahora bajo que tengo que curar esa herida", dijo con determinación.
Curar la herida, pero mi trasero solo quería escapar de allí. Su aura me dejaba con los nervios a flor de piel, una sensación que me volvía loca. Y ese perfume, por Dios, ansiaba volver a olerlo. Su aroma era tan rico que me embriagaba.
Bajé las escaleras corriendo y me detuve al lado de Ámbar. Su mirada fija en mí era como si hubiera visto un fantasma.
El tiempo había pasado como un río que nunca se detiene, y la familia Leopaldo se encontraba en un lugar de paz y estabilidad que parecía un sueño después de todo lo que habían vivido. Ciudad C, que había sido escenario de tantos conflictos y traiciones, ahora era un lugar donde la familia podía prosperar. La empresa de Raffil estaba en su mejor momento, liderada por él y su hijo Rafael, quien había demostrado ser un digno heredero del imperio familiar. Viola se había convertido en una joven brillante, llena de sueños y ambiciones, decidida a dejar su propia huella en el mundo. Y Victoria... Victoria era el corazón de todo, la mujer que había sostenido a su familia en sus peores momentos y que ahora disfrutaba de la paz que tanto había merecido.Una tarde, mientras el sol se ponía sobre las colinas de su hogar, la familia se reunió en el jardín para celebrar un momento especial. Era el cumpleaños de Victoria, y sus seres queridos habían planeado una pequeña reunión para honrarla. Las
Raffil alcanzó a Danika en una colina cercana, donde ella intentaba escapar en un vehículo. La confrontación fue intensa, con ambos intercambiando golpes y disparos. Finalmente, Raffil logró desarmarla, pero no antes de que Danika sacara un cuchillo y lo atacara.—No puedes ganar, Raffil —dijo ella, con una sonrisa desquiciada—. Incluso si me matas, siempre habrá alguien más dispuesto a destruirte.Raffil, jadeando, la miró con una mezcla de furia y lástima.—Tal vez. Pero tú no vivirás para verlo.Con un movimiento rápido, la desarmó y la inmovilizó. Danika, finalmente derrotada, cayó de rodillas, mirando a Raffil con odio.—Esto no ha terminado… —murmuró.—Sí, lo ha hecho —respondió él, antes de dejarla inconsciente.Cuando regresó a la base con Danika como prisionera, la batalla había terminado. Los hombres de Victoria habían logrado repeler al ejército enemigo, aunque a un alto costo. Victoria corrió hacia Raffil, abrazándolo con fuerza.—Lo logramos —dijo ella, con lágrimas en lo
El silencio de la madrugada fue roto por el sonido de botas marchando y armas cargándose. En lo profundo del pueblo que Danika gobernaba, su ejército improvisado se reunía bajo la luz de antorchas y faroles. Danika, con una mirada fría y calculadora, observaba a sus hombres desde una plataforma elevada. Había convocado a todos los aliados que había ganado a lo largo de los años, enemigos de Raffil que ella había manipulado para que confiaran en ella. Ahora, con su prima Victoria llevándose a Raffil bajo sus narices, Danika estaba lista para tomar represalias.—¡Escuchen! —gritó, su voz resonando sobre el murmullo de los hombres reunidos—. Raffil Leopaldo y su mujer han osado desafiarme, humillarme y robar lo que es mío. ¡No permitiré que se salgan con la suya!Los hombres rugieron en respuesta, levantando sus armas al aire. Algunos eran mercenarios, otros antiguos enemigos de Raffil que habían sido derrotados por él en el pasado, y otros simplemente hombres leales a Danika, dispuestos
La noche había caído sobre la base de operaciones de Victoria, pero la tensión dentro de las instalaciones era tan densa que parecía que el aire mismo podía cortarse con un cuchillo. Los hombres de Victoria habían logrado sacar a Raffil del pueblo bajo las narices de Danika, quien, aunque intentó resistirse, no pudo hacer nada frente a la superioridad numérica y armamentística de los Daville. Victoria había dejado claro que no se iría sin su esposo, y nadie, ni siquiera su prima traidora, iba a detenerla.Raffil, confundido y desorientado, no ofreció resistencia. Mientras lo escoltaban hacia el vehículo, miraba a su alrededor con una mezcla de desconcierto y miedo. No entendía quién era esa mujer que lo llamaba esposo, ni por qué estaba tan furiosa con él. Su mente era un caos, un torbellino de imágenes borrosas y sensaciones contradictorias.Cuando llegaron a la base, Victoria bajó del vehículo con pasos firmes, sus ojos ardiendo de furia. Raffil fue llevado al interior por los hombr
Victoria estaba sentada en la mesa de operaciones improvisada, con mapas y documentos desparramados frente a ella, mientras sus dedos tamborileaban con impaciencia sobre la madera. Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando cualquier pista que pudiera llevarla a Raffil. Llevaba días recorriendo la región, enfrentando peligros y desafíos, pero aún no había encontrado a su esposo. Sin embargo, algo en su interior le decía que estaba cerca, que la respuesta estaba justo frente a ella.De repente, un recuerdo cruzó su mente como un rayo. Sus ojos se abrieron de par en par, y su respiración se aceleró. El anillo. Raffil y ella habían diseñado un par de anillos especiales cuando se casaron, no solo como símbolo de su unión, sino también como una medida de seguridad. Cada anillo tenía un pequeño rastreador incrustado, casi invisible, que podía activarse en caso de emergencia.—¡El anillo! —exclamó Victoria, poniéndose de pie de golpe.Los hombres que estaban con ella la miraron con curios
La sala principal de la mansión Leopaldo estaba cargada de tensión. Victoria, con su porte elegante y su mirada decidida, se encontraba de pie frente a sus hijos. Cada palabra que pronunciaba era como un golpe que resonaba en sus corazones. La desaparición de Raffil había puesto a prueba no solo la fortaleza de la familia, sino también su capacidad para mantenerse unidos en medio del caos.—Voy a Colombia —anunció Victoria con firmeza, cruzando los brazos sobre su pecho—. Es mi deber encontrar a su padre y traerlo de vuelta. No voy a delegar esto en nadie más. Raffil haría lo mismo por mí, y como su esposa, como una Daville, es mi responsabilidad.Rafael, el mayor de los hijos, dio un paso adelante. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y determinación.—Madre, no puedes ir sola. Es peligroso, y tú lo sabes. Déjanos acompañarte. Si algo te pasa…Victoria alzó una mano, interrumpiéndolo.—Rafael, tú eres ahora el hombre responsable de todo el legado Leopaldo. Tu padre te prepar
Último capítulo