Raffil alcanzó a Danika en una colina cercana, donde ella intentaba escapar en un vehículo. La confrontación fue intensa, con ambos intercambiando golpes y disparos. Finalmente, Raffil logró desarmarla, pero no antes de que Danika sacara un cuchillo y lo atacara.
—No puedes ganar, Raffil —dijo ella, con una sonrisa desquiciada—. Incluso si me matas, siempre habrá alguien más dispuesto a destruirte.
Raffil, jadeando, la miró con una mezcla de furia y lástima.
—Tal vez. Pero tú no vivirás para verlo.
Con un movimiento rápido, la desarmó y la inmovilizó. Danika, finalmente derrotada, cayó de rodillas, mirando a Raffil con odio.
—Esto no ha terminado… —murmuró.
—Sí, lo ha hecho —respondió él, antes de dejarla inconsciente.
Cuando regresó a la base con Danika como prisionera, la batalla había terminado. Los hombres de Victoria habían logrado repeler al ejército enemigo, aunque a un alto costo. Victoria corrió hacia Raffil, abrazándolo con fuerza.
—Lo logramos —dijo ella, con lágrimas en lo