Damián Feldman
El bar estaba exactamente como lo recordaba. Luces tenues, música envolvente y ese aire de sofisticación que solía buscar cuando necesitaba olvidar el mundo por un rato. Había escogido ese lugar a propósito, antes solía ir simplemente a liberarme. Era territorio conocido, y neutral.
Recordé mi cita, Valeria Acosta.
Su número lo había anotado en mi libreta como una jugada necesaria. Y aquí estaba.
Su silueta apareció entre la multitud, elegante como siempre. Llevaba un vestido negro ajustado, labios rojos y esa forma tan suya de mirar como si ya supiera que el mundo iba a girar a sus pies. Me vio, sus ojos se abrieron apenas un poco, sorprendidos, y luego sonrió. Su expresión era segura, sabía exactamente a lo que venía.
—Damián Feldman… —se acercó con paso firme—. No esperaba que volvieras a llamarme otra vez.
Eso era cierto, yo tampoco esperaba llamarla de nuevo, pero…
—Valeria —le tendí la mano, y ella la ignoró para rodearme el cuello con un abrazo breve pero sugere