Damián Feldman
Discutí con Valeria por lo de la prueba de paternidad hasta quedarme sin aire; si Amelie me odiaba antes, ahora me odiaría aún más. Había cruzado una línea, lo sabía, pero la necesidad de certezas me pudo. Mi teléfono vibró sobre la mesa y, por un segundo, pensé que sería otra llamada de negocios. En la pantalla parpadeó un nombre: Amelie.
—Amelie… —dije antes de poder pensar en otra cosa.
—Damián —contestó ella—. ¿Cómo estás?
Su voz sonó extrañamente serena, nada que ver con la dureza que había imaginado. Me desconcertó. Respondí con la verdad más simple.
—Bien. ¿Y tú?
Guardó silencio unos segundos que me parecieron horas, entonces decidí que era yo quien debía hablar.
—Sé que debes estar enfadada por la prueba de ADN. Amelie, simplemente yo…
—No estoy enfadada
Ella me interrumpió con una tranquilidad que me sorprendió y me atrajo al mismo tiempo.
—Yo no estoy enfadada, Damián. Sé que quieres saber. Entiendo tus motivos.
—Si, es que solamente…—traté de buscar las pala