Amelie Manson
Volver a la compañía fue como tragar vidrio. Caminé entre pasillos conocidos, fingiendo normalidad mientras cada paso dolía más que el anterior. Saludé, sonreí, como si nada estuviera pasando, al parecer todos sabían sobre mi estado, mi desmayo no pasó desapercibido. Pero en el fondo… estaba a punto de desmoronarme. No quería estar ahí, pero era la única opción que tenía de momento.
Encendí el computador, aún con las manos temblorosas, intentando aferrarme a la rutina, cuando de pronto la puerta de la oficina se abrió de golpe.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Damián cerró la puerta tras él, furioso. Su mirada ardía, sus puños estaban apretados. Parecía a punto de explotar.
Tragué saliva, sin poder sostenerle la mirada. Me quedé sentada, respirando hondo. No podía alterarme, el doctor me lo advirtió antes de salir del hospital. Mi embarazo era de alto riesgo.
—¿Qué querías que hiciera? —respondí al fin, con la voz temblorosa—. ¿Qué te buscara para que me lanzaras otra humil