El rugido del Jaguar F-Type R retumbó con elegancia mientras Julie tomaba la curva rumbo a South Kensington.
Sean iba a su lado, en silencio, observando la ciudad que no era suya pero donde ella parecía tener dominio absoluto.
Ella conducía con mirada firme, labios apretados, como si el volante sostuviera más que un auto.
El almuerzo estaba programado.
Pero la tensión…
no venía del tráfico.
—Nunca pensé que Londres tendría tanto ruido en la espera —murmuró Sean, intentando suavizar la atmósfera.
Julie no respondió de inmediato.
Sus pensamientos aún daban vueltas en el abrazo que vio.
En las risas compartidas.
En las frases que Savannah soltó sin vergüenza.
—¿Y tú? —dijo Julie, sin mirarlo del todo—. ¿Esperabas almorzar con guía… o con historia?
Sean la giró el rostro, notando el filo de su tono.
—Sólo esperaba almorzar contigo.
Julie frenó en el semáforo y lo miró un instante.
—¿Antes o después de los recuerdos australianos?
Sean frunció el ceño,