A la mañana siguiente, Sean se desperezó bajo la sábana blanca, el cabello alborotado y una sonrisa medio dibujada.
—Estaba pensando... —murmuró—. ¿China te parecería un punto medio razonable?
Entre Londres y Australia, digo. Neutral. Equidistante. Y muy buena comida.
Julie soltó una carcajada, girándose hacia él.
—Claro, porque nada dice “nido de amor” como una fábrica textil con vista al Yangtsé.
Aunque pensándolo bien, podría aprender mandarín y abrir una oficina ahí. Llamarla “Redacción y arroz”.
Él rio.
—Lo estás considerando demasiado en serio, lo cual me inquieta un poco.
Julie se estiró, con los ojos brillando.
—No, hablando en serio ahora… estaba pensando que podría hablar con David.
Tal vez podría trabajar a distancia, al menos por una temporada.
Y si se puede… podría quedarme contigo en Australia.
Pero no en Queensland.
Sean se incorporó un poco, con sorpresa genuina.
—¿Melbourne?
Ella asintió.
—Me gusta más su ritmo. Y sería más fácil p