CAPÍTULO 42. La realidad se impone.
Valentina descansa sobre su pecho, el calor de su cuerpo apaciguando lentamente el agitado ritmo de Alejandro. La respiración de ambos se sincroniza, y el silencio de la habitación los envuelve como un manto. Ambos están dormidos. Todo parece perfecto, como si el mundo entero hubiera desaparecido.
Pero en algún lugar de su mente, un recuerdo oscuro comienza a despertar. Alejandro siente un escalofrío y de pronto se encuentra frente a su padre, Oscar Ferraro, sentado en su despacho. La luz tenue apenas ilumina su rostro, pero Alejandro no necesita más para reconocerlo: el rostro de su padre está ensangrentado, la mirada perdida y vacía.
—¡Papá! —grita Alejandro, corriendo hacia él—. ¡Papá, despierta!
No hay respuesta. Solo el silencio, pesado y opresivo. Su corazón late desbocado mientras la desesperación lo consume. Cada segundo se hace eterno, y la sensación de impotencia lo paraliza.
Un ruido seco, un movimiento brusco, y Alejandro despierta de golpe. Su respiración es rápida y agit