CAPÍTULO 100. La Inevitabilidad en las Aguas Turquesa.
La fiesta de bodas es un eco distante. La música de cuerda sigue flotando sobre los jardines, pero para Valentina, el único sonido que importa es la cuenta regresiva en su cabeza.
Ella localiza a su padre, Andrés, y a Graziella, que ríen junto a la fuente central, su felicidad palpable. Se acerca a ellos, con Alejandro pisándole los talones. Su mano roza la espalda de él, una señal silenciosa: ya es hora.
—Papá, Graziella —dice Valentina, su voz es suave pero firme. Se inclina para abrazar a su padre, sintiendo la paz que lo envuelve. Es un abrazo largo, sincero, que borra los años de tensión.
—Gracias, mi amor —responde Andrés, con los ojos brillando. Él le aprieta la mano con una fuerza paternal que ella extrañaba—. Gracias por ser la madrina que necesitaba.
Valentina se separa de él y se vuelve hacia Graziella. Le ofrece un abrazo, esta vez más cálido que protocolario.
—Gracias, Graziella —susurra—. Gracias por devolverle la luz. Por la paz. Por el sí.
Graziella sonríe, tocándose l