CAPÍTULO 99. Un Juramento Bajo la Luz Cobre.
La iglesia es un santuario de mármol y vitrales antiguos que bañan el interior con una luz suave, color miel y cobre. El aire vibra con la promesa de la música de cuerda y el aroma dulce de los lirios blancos.
Alejandro y Valentina se mueven con la precisión de quienes se conocen cada gesto. Él, inmaculadamente vestido en un traje de gala oscuro, su herida en el hombro completamente oculta, la mano extendida hacia ella. Ella, en su vestido esmeralda que ha provocado la urgencia de minutos atrás, se ha recompuesto en la madrina perfecta, aunque una chispa de malicia todavía brilla en sus ojos.
Juntos, entran a la nave. Ella ocupa su lugar central junto al altar, de cara a la congregación.
Andrés está en su puesto, frente al altar, esperando. Su rostro es un mapa de emociones: la solemnidad se mezcla con una alegría infantil. Viste un elegante chaqué gris perla. Al verlo, Valentina siente un nudo en la garganta. Su padre, que ha enfrentado la soledad y la enfermedad, está a segundos de