DANTE
El infierno tiene reglas. No muchas. No claras. Pero las tiene. Una de ellas es que, cuando tu peor enemigo te extiende la mano, no la tomas… a menos que planees cortársela después.
Ginebra parecía más limpia de lo habitual esa mañana. Más silenciosa. Más absurda. Como si la ciudad también supiera que hoy no era un día como los demás. Me vestí sin pensar. Camisa negra, abrigo largo, el reloj que ella alguna vez me quitó de la muñeca para burlarse de mi obsesión por el tiempo. Verona me miró mientras me ajustaba los guantes de cuero. No dijo nada. Sabía que esta no era una reunión para testigos.
Caminé solo hasta la Sala del Acuerdo. Así la llamaban. Un salón privado en el último piso de un hotel histórico. Mármol blanco, sillas tapizadas en terciopelo, lámparas colgantes como cuchillas doradas. Ethan Castelli sabía escoger escenarios. Siempre fue un maldito artista para el simbolismo.
Estaba allí cuando llegué. Sentado. Relajado. Una copa de brandy en la mano, una sonrisa estudi