ZOE
California no era tan ruidosa como esperaba. Ethan eligió una casa en lo alto de una colina, con vistas al océano, rodeada de silencio y diseño minimalista. Cada rincón olía a control, a perfección. A veces me parecía hermosa, como una postal cuidadosamente diseñada. A veces me parecía irreal. Pero no decía nada. Caminaba descalza por el suelo de madera clara, con una taza de café entre las manos, escuchando el sonido suave del viento colarse entre los ventanales abiertos. Él decía que este era el comienzo de todo. Un nuevo capítulo. Sin pasado. Sin culpa.
—¿Dormiste bien? —me preguntó una mañana, mientras me servía café en la cocina que parecía de revista.
—Sí… creo que sí. —Le sonreí apenas, aunque no recordaba si había dormido bien. Mis noches eran borrosas. Algunas veces soñaba con fuego, otras con una voz que me hablaba en un idioma que no entendía, pero siempre despertaba con el corazón latiéndome demasiado rápido.
—Los sueños se estabilizan con el tiempo —dijo, como si pu