**HENRY**
El jardín de la mansión está iluminado con faroles discretos y guirnaldas de luces que cuelgan entre los árboles, proyectando un resplandor suave sobre las flores. Desde aquí aún se escucha el murmullo de las risas, el tintinear de las copas, pero yo no formo parte de ese mundo. Mi lugar es este: a unos pasos detrás de Camila, vigilante, invisible para todos… menos para mí mismo.
El nombre que acaban de pronunciar se clava en mi pecho como una estaca.
Leonardo Montenegro.
Ese nombre flota en la conversación como si fuera algo que admirar, y lo peor no es escucharlo en boca de otros, lo peor es ver cómo ese nombre sigue persiguiendo a la mujer que protejo.
Aprieto los puños con fuerza a mi espalda. Mantengo las manos firmes, escondidas tras mi cuerpo, como si el simple gesto pudiera contener la rabia que me hierve en las venas. Me esfuerzo por mantener la postura erguida, el semblante sereno. Soy un escolta, un guardaespaldas. Mi deber es pasar desapercibido, proyectar calma,