**LEONARDO**
Las tazas humean sobre la mesa, pero el vapor apenas se sostiene unos segundos antes de desvanecerse, igual que mi valor.
Camila me observa en silencio. No dice nada, pero su mirada lo dice todo. Es dura, directa… y aun así, hay un temblor escondido detrás de esos ojos que conozco mejor que mi propio reflejo. Me atraviesa con una mezcla de rabia y dolor, como si intentara arrancar las respuestas que llevo escondiendo desde el día que decidí desaparecer.
Tomo aire, pero no me alcanza. Siento el pecho apretado, las palabras golpeando contra mis dientes, pidiendo salir, aunque sé que al hacerlo nada volverá a ser igual.
Mis manos tiemblan mientras sostengo la taza. No es el frío, es el miedo… Miedo a verla romperse cuando escuche la verdad.
—Cuando corté la transmisión ese día —empiezo, con la voz más baja de lo que quisiera—, mi tío sospechaba que estaba grabándolo.
El silencio entre nosotros es denso, casi insoportable.
—Él me lo dejó claro —continúo, tragando saliva—: Que